En una época en la que solo había uno o dos campeones, Horacio Accavallo cortó una racha de seis años sin monarcas mundiales, consagrándose en la división mosca, en Japón, al igual que lo hizo Pascual Pérez, el hasta ese entonces único argentino en obtener el cinturón ecuménico. Luego de una batalla contra el Alzheimer, que se extendió por más de doce años, «Roquiño» deja un espacio imposible de llenar en el noble arte.

La noticia cayó como un balde de agua fría entre los simpatizantes del pugilismo. Fue su hijo, Accavallo Jr, quien anunció en sus redes sociales, elcampeonha, el fallecimiento del boxeador nacido en Villa Dálmine: «Así te voy a recordar viejo! Con los brazos en alto como un campeón. Gracias por tus enseñanzas y por inculcarme tus valores. Descansa en paz».

«Roquiño» fue campeón mosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), en una época en la cual solo existían esas dos entidades y se disputaban en ocho categorías. Conseguir una oportunidad por el título del mundo era una verdadera epopeya y ganarlo aún más. Hasta ese momento, el único argentino en alcanzar ese estatus había sido Pascual Pérez. Fue el 1 de marzo de 1966 el día elegido por el destino para que Accavallo haga historia y derrote a Katsuyoshi Takayama, en Japón, para colgarse con ambos cinturones.

Además de boxeador, desempeñó varios empleos a lo largo de su vida, como botellero o payaso, adquiriendo una enorme facilidad para los negocios, lo que le permitió capacitarse para vender su imagen, siendo un verdadero adelantado en aquella época. Según relata el periodista Carlos Irusta, saludaba a todas las personas que se cruzaba, por más que el otro no atinara a hacerlo, para poder presentarse y asegurarse una complicidad que finalizaría con la asistencia de esa persona al estadio en donde combatiera.

Dueño de un estilo único, Accavallo fue uno de los boxeadores más inteligentes que vio nacer la Argentina. Arriba del ring fue de los pocos que se tomaba el tiempo necesario para estudiar a sus rivales y medir casa paso a realizar, pese a disponer de una guapeza y velocidad digna de un campeón del mundo. Solía administrar muy bien sus energías para poder finalizar cada round a pura intensidad.