Los perros se han convertido en aliados de médicos y pacientes brindando acompañamiento terapéutico y mejorando el proceso de recuperación de los internados

Mascotas en el hospital: los centros de salud pioneros en adoptar estas iniciativas están ubicados en distintas partes del mundo, incluyendo Australia, Canadá y los Estados Unidos

 

Fue en el año 1860 que Florence Nightingale, enfermera, escritora y estadística británica, considerada precursora de la enfermería profesional contemporánea y creadora del primer modelo conceptual de enfermería, advirtió que la presencia y el contacto con mascotas ayudaban a reducir la ansiedad en niños y adultos que vivían en instituciones psiquiátricas.

Lo que para aquel entonces sonaba como una utopía, hoy forma parte de la nueva normalidad. El mejor amigo del hombre –el perro– es el fiel acompañante de la vida cotidiana e incluso, para algunos, llega a tener un rol central en la vida familiar.

Son embajadores de un amor sano y una lealtad incondicional y así, de a poco, pasan de ser los protagonistas del hogar a ocupar un lugar destacado en escuelas, trabajos, consultorios y hospitales; lugares donde se los lleva para brindar acompañamiento –en varios casos, con perros instruidos por profesionales– y ‘llenar’ de sensaciones positivas a quienes reciben sus visitas.

Específicamente, los centros de salud pioneros que adoptaron iniciativas para permitir el ingreso de perros, contribuyendo así a la salud integral de los pacientes, se encuentran repartidos por todo el mundo, destacándose en países como Australia, Canadá y Estados Unidos. Este último, en particular, ha avanzado significativamente en esta implementación, ya que para el año 2016 ya contaba con más de 100 centros hospitalarios registrados que permitían las visitas de animales de manera controlada.

Prueba de la buena recepción que tuvieron estos proyectos en Norteamérica es que en 2015, la Society for Healthcare Epidemiology of America (SHEA) comunicó públicamente unas recomendaciones sobre el protocolo ideal a seguir para facilitar la interacción entre pacientes y animales, fundamentándose en la evidencia disponible acerca de la transmisión de patógenos y los potenciales riesgos involucrados. Entre las políticas que la SHEA aconseja tener en cuenta se encuentran:

  • Los animales deben tener al menos 1 año de edad y estar domesticados. Las visitas de animales más jóvenes podrían considerarse caso por caso, evaluando la edad del animal, la especie y los posibles beneficios y riesgos para el paciente.
  • Solo se deben utilizar perros (es decir, excluir gatos y otros animales). Los gatos deben ser dejados de lado porque no se pueden entrenar para proporcionar interacciones seguras y confiables con los pacientes en el entorno de la atención médica.
  • El grado de restricción debe tener en cuenta la salud y el estado mental del paciente, su pronóstico y los factores relacionados con el animal como por ejemplo, la edad.
  • No deben permitirse visitas en los siguientes casos: pacientes en contacto o aislamiento por gotitas; individuos cuyo estado cognitivo impida una interacción segura con el animal; personas que se hayan sometido recientemente a un trasplante de órgano o que estén significativamente inmunocomprometidos.

Patitas en la guardia: los beneficios de reunir pacientes con animales

Convertidos en aliados de médicos y pacientes, los perros se volvieron recurrentes en los pasillos de los centros de salud. Algunos pasean junto a un familiar internado y otros asisten con profesionales para brindar acompañamiento terapéutico.

“Hace ya dos años que empezamos a trabajar en un proyecto para incluir a las mascotas en los tratamientos. Desde siempre contábamos con terapias abiertas para que el paciente pudiera ver a sus familiares/seres queridos, pero nos encontrábamos con que extrañaban a sus mascotas y eso se convertía en un obstáculo para el proceso de recuperación”, cuenta Daiana Pugliese, licenciada en Enfermería e integrante de la Unidad de Cardiología Critica y del proyecto multidisciplinar de Cuidados Humanizados del Hospital Universitario Austral (HUA), sobre la iniciativa que adoptó la institución para mejorar la estadía de los internados.

Pugliese destaca que durante el tiempo de gestión del proyecto se contactaron con otras instituciones pioneras del mundo para conocer qué protocolos llevaban a cabo para el ingreso de los animales y los posibles riesgos que se corrían al hacerlo. “Hablamos con la Clínica Cardio VID de Colombia y el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento (IADT) que nos orientaron y nos dieron pautas sobre cómo hicieron para dar los primeros pasos en esta metodología”, resalta.

patitas en las guardias

El cambio fue sustancial y notorio, una vez que entraron los ‘peludos’ a visitar a sus seres queridos, los pacientes parecían otros. “Antes se angustiaban o se preocupaban porque pensaban cómo estarían sus perros en ese tiempo que no podían verlos y más adelante cuando poníamos en marcha el protocolo para que vengan a visitarlos notábamos cómo repercutía la presencia del animal en su estado de ánimo, pero fundamentalmente en su recuperación”, sostiene a la vez que destaca: “en las facciones de la cara ves cómo se alivian y desaparece su angustia cuando los acarician”.

La psicóloga Laura Radovich corrobora lo mencionado y agrega que a día de hoy está más que comprobado que el contacto con animales ayuda a equilibrar las emociones y el estado anímico. “Pueden convertirse en imprescindibles para superar las diferentes etapas y adversidades de la vida”, afirma.