Joven. Espontánea. Positiva. Real. En poco tiempo, Jael Queipo conquistó el corazón de mucha gente que la sigue en las redes sociales. Es una chica que tiene ángel. Empática y agradable. Es imposible que no te caiga bien. Con apenas 23 años, la rompe en todo lo que emprende; y su lema «sonrío mucho y me baño poco» es mucho más que una frase para ella y sus seguidores, algo que genera todo tipo de reacciones y memes. «Marca la cercanía que tengo con la gente. Esa soy yo, sin filtros», dijo.

Por supuesto que se baña, pero tal vez podría estar tres días sin hacerlo; y no tiene problema de decirlo. Es transparente y a la gente le gusta. Se muestra con sus miserias y virtudes, en las buenas y en las malas, con sus días alegres y sus días tristes. Y muchos se identifican con ella. Hay un puente inquebrantable con sus seguidores, que puede seguir creciendo hasta no se sabe dónde. Allí empatizan, aprenden, se fortalecen.

Pero, ¿quién es esta chica con ángel, más allá de las redes? Aunque no es poco lo que muestra, hay una historia, tal vez la más emocionante, que la marcó a fuego y define a Jael como lo que es.

«Cuando yo era chica me gastaba todos los deseos de un trébol de cuatro hojas o una estrella fugaz pidiendo que mi mamá dejara de ser sorda, a ese nivel sufría porque no me podía escuchar«, contó la influencer neuquina.

Por eso tiene un millón de recuerdos y anécdotas, donde ella asumía el rol de traductora para que el mundo pudiese comprender a su madre en situaciones tan cotidianas como ir al banco a hacer un trámite, y que ella a la vez pudiese entender lo que le decían.

«Me pasó muchos años, hasta que dejé de vivir con mi mamá. Las personas me miraban a mí, no miraban a mi madre. Yo les explicaba lo que les quería decir; y de alguna manera eso de comunicar no sólo con palabras lo que le pasaba forjó mi personalidad y fue la puerta hacia mi futuro. Por eso modulo bien y tengo demasiado en cuenta al otro, porque me pongo en su lugar, lo entiendo», manifestó.

Esa dificultad le dio herramientas para comunicarse, donde radica su potencial. «Siempre digo que al final lo que más me dolía de chiquita, todo lo que fue en algún momento lamentable, por lo que sufría mucho, se convirtió en lo más hermoso de mi vida«, expresó Jael Queipo.

A su padre, a quien define como un «bohemio» dedicado al arte, le debe «la poca vergüenza» que tiene de mostrarse como lo que es. «Me enseñó a ser una buena persona, a no mentir, a ser yo con todas mis aristas, a mostrarme como soy y desarrollar mi don: la comunicación. Eso ha sido algo que en mi casa faltó, y por eso entiendo su valor«, añadió.

Cuando tuvo 20 años, su madre se enfermó y se fue a vivir a Córdoba, a una residencia. Entonces recordó que tomó «las riendas de su vida». La cuenta en Instagram la tenía desde los 13, pero fue pública a los 18, y cuando comenzó a trabajar mucha gente la siguió. Ya en pandemia fue furor. El encierro hizo que la gente en general se comunicara a través de las redes, y la cuenta de Jael dio un salto impresionante. En la actualidad tiene más de 20 mil seguidores, y alrededor de 5 mil ven sus historias diariamente.