La pandemia de coronavirus generó una respuesta inmediata y sin precedentes en gran parte de las naciones del mundo: con el objetivo de paliar el contagio y frenar su transmisión, la gran mayoría de los gobiernos a nivel global decidieron avanzar con medidas estrictas que duraron poco más de un año y medio. Sin embargo, los avances científicos y tecnológicos, de la mano de vacunas eficaces, permitieron ir dejando atrás los vestigios de la peor crisis sanitaria en el último siglo. Sin embargo, un estudio reciente llevado a cabo en Escocia brindó detalles más que preocupantes con respecto a los efectos del COVID largo en la población.

Según estadísticas oficiales, cuatro de cada diez pacientes que padecieron la patología en algún momento continuaron teniendo síntomas moderados varios meses después de haberse recuperado. En general, las principales afecciones detalladas fueron la falta de aire, la fatiga, las palpitaciones, la confusión y la dificultad de concentración. Esa proporción fue hasta tres veces mayor en comparación a los individuos que nunca se habían infectado y el plazo llegó a alcanzar los 18 meses.

“Lo bueno de este estudio es que tienen un grupo de control y pueden aislar la proporción de la sintomatología que es atribuible a la infección por COVID. También concuerda con la idea más amplia de que el Covid largo es realmente un trastorno multisistémico. No es solo en el cerebro, no es solo en el corazón, es todo lo anterior”, expresó Ziyad Al-Aly, que se desempeña como jefe de investigación del Sistema de Atención Sanitaria de la Administración de Saint Louis.

A su vez, los investigadores de la Universidad de Glasgow argumentaron que los sistemas de salud de todos los países deben abogar por abordar necesidades vinculadas a la educación, empleo, pobreza y discapacidad.

Los autores del ensayo tomaron en cuenta los datos de hasta 33.000 personas que habían dado positivo de coronavirus a partir de abril de 2020 y otros 6.000 que nunca contrajeron la patología.

>>Polémica con una directiva de Pfizer

La presencia de varios directivos del laboratorio Pfizer/BioNTech en el Parlamento Europeo dejó mucha tela para cortar: la directora Janine Small aseguró, en el marco de un mitin de la comisión que analizó la compra de vacunas contra el COVID-19 durante la pandemia, que las inoculaciones no fueron diseñadas para frenar la transmisión de la enfermedad sino que su objetivo era paliar un eventual desarrollo grave de la enfermedad. “Tenemos que movernos a la velocidad de la ciencia para entender realmente qué está pasando en el mercado”, explicó la mandataria, que no conformó a varios de los eurodiputados que se hallaban presentes en el recinto. El neerlandés Rob Roos expresó, en sus redes sociales oficiales, su repudio a la frase de Small: “Sus palabras son impactantes e incluso criminales. El único objetivo del pasaporte contra el coronavirus fue obligar a la gente a vacunarse. Todos los argumentos formaron parte de una mentira barata y una forma de discriminación”. Sin embargo, los especialistas salieron a responderle rápidamente al legislador: “El carácter no esterilizante es conocido por la comunidad desde el primer momento”.

Entre los síntomas de COVID prolongado más comunes, aparecieron la fatiga, la falta de aire, las palpitaciones, la confusión y la dificultad para concentrarse en cuestiones específicas.